Cinta Oscura

El centro del mensaje y de la Imagen de la Virgen de Guadalupe es su propio Hijo Jesucristo, como lo dijo verbalmente a san Juan Diego, y quiere un templo en dónde entregarlo a Él que es su amor-persona. Esto mismo se manifiesta claramente en su Imagen, al contemplarla como una Virgen que está en “cinta”, es decir embarazada, pues la cinta obscura que está en lo alto de su vientre significa precisamente esto. En otras palabras, la Imagen es una Doncella que, al mismo tiempo, es Madre de Dios.

Exactamente esto mismo se ve actualizado en el Acontecimiento Guadalupano, por medio de la Siempre Virgen Santa María de Guadalupe, Dios se encuentra con el ser humano en su encarnación y nuestra madre de Guadalupe lo porta en su Inmaculado Vientre. Ella es una mujer en cinta y retoma lo bueno y profundo del espíritu indígena y en él, lo bueno y profundo del espíritu de todo ser humano, lo verdadero, aquello que el Concilio Vaticano II llama: “Semillas de la Palabra” , llevándolo todo a la plenitud en Jesucristo o como podría decirse en categorías indígenas, una verdadera Pascua llena de flores y cantos. Por ello, es claro lo que dice el recordado y amado san Juan Pablo II, que el Acontecimiento Guadalupano es el modelo de evangelización perfectamente inculturada.

Juan el Evangelista y quien también escribió el Apocalipsis, donde podemos leer en el capítulo 12, 1: “Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; está encinta.” También nos recuerda al humilde Juan, el Bautista, quien fue el mensajero fiel de Dios y quien preparó su llegada; él es quien saltó de gozo desde el vientre de su madre por el feliz encuentro que se dio con María, quien ya traía en su inmaculado vientre al Salvador y saludó a su madre Isabel, y ésta exclamó: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno, ¿quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno.” (Lc 1, 42-44)

Pero profundicemos en este tema de los signos de la maternidad y el embarazo. Gracias a la valiosa recopilación que nos transmiten los misioneros, en algunos signos importantes de esta educación indígena que prepara el corazón para recibir la verdad del Evangelio. Se puede decir que la educación indígena iniciaba desde el seno materno, pues el abuelo, o uno de los miembros más ancianos de la familia, se daba a la tarea de dirigir solemnes discursos a la futura madre cuando existía la certeza de encontrarse en cinta; discursos que valoraban la fecundidad como un don que venía directamente de dios, y no por los méritos de los padres, sino por la benevolencia del mismo dios: “Nieta mía muy amada y preciosa [...] ya está claro que estáis preñada y que nuestro señor os quiere dar fruto [...] mirad que no atribuyáis esta merced a vuestros merecimientos [...] por ventura ya quiere brotar la generación de tus bisabuelos y tatarabuelos, y de tus padres que te echaron acá, y nuestro señor Dios quiere que engendre y produzca fruto el maguey que ellos plantaron [...] mirad que guardéis mucho la criatura de Dios que está dentro de vos”; y añadía consejos y cuidados para asegurar la salud de la criatura:

“mirad que os guardéis de tomar alguna cosa pesada en los brazos, o de levantarla con fuerza, porque no empezcáis [lastimar] a vuestra criatura [...] De otra cosa os aviso, y ésta quiero que la oiga y la note nuestro hijo, vuestro marido, que está aquí, y es esto: porque somos viejos sabemos lo que conviene; mirad, los dos, que no os burléis el uno con el otro porque no empezcáis a la criatura; mirad que no uséis mucho del acto carnal, porque podrá ser que hagáis daño a la criatura con la cual nuestro Señor os ha adornado [...] ¡Oh hija mía chiquitita, palomita! [...] Seáis, hija, muy bienaventurada aventurada y próspera, y vivas con mucha salud y contento, y viva con sanidad y con salud lo que tenéis en vuestro vientre”.3

A lo largo del proceso del embarazo y del mismo parto se daban estos bellos discursos, oraciones y consejos, y “en naciendo la criatura, luego la partera daba unas voces a manera de los que peleaban en la guerra, y en esto significaba la partera que la paciente había vencido varonilmente y había cautivado a un niño”,4 y éste era recibido con la advertencia de que nacía para un mundo que realmente no era el suyo y que su verdadero nacimiento dependería de que tuviera la fortuna de merecer la muerte florida, es decir: morir en la guerra, o en el sacrificio. “Hijo mío muy amado, muy tierno [...] esta casa donde has nacido no es sino un nido, es una posada [...] tu propia tierra otra es, en otra parte estás prometido, que es el campo donde se hacen las guerras, donde se traban las batallas; para allí eres enviado. Tu oficio y facultad es la guerra, tu oficio es dar de beber al sol con la sangre de los enemigos, y dar de comer a la tierra [...] con los cuerpos de los enemigos. Tu propia tierra, y tu heredad, y tu padre, es la casa del sol [...] Por ventura merecerás y serás digno de morir en este lugar y recibir en él muerte florida.”5

Esa cinta oscura anudada en la parte superior del vientre anuncia su maternidad, como en la cultura indígena, ya que las mujeres de ese tiempo se ceñían con una cinta para anunciar que estaban “en cinta”. Santa María de Guadalupe porta este símbolo para anunciar que Ella es es una mujer, embarazada, “en cinta”, es una mujer “de espera”, es una mujer de “Adviento”. Ella es la madre de Dios, “Arca viviente de la Alianza” como dijo el Papa Benedicto XVI.

3FRAY BERNARDINO DE SAHAGÚN, Historia General, pp. 369-370.
4FRAY BERNARDINO DE SAHAGÚN, Historia General, p. 383.
5FRAY BERNARDINO DE SAHAGÚN, Historia General, pp. 384-385.

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