JUAN BERNARDINO UN LAICO TESTIGO DEL AMOR

Cango. Dr. Eduardo Chávez Sánchez

Instituto Superior de Estudios Guadalupanos | ISEG
SEPTIEMBRE 2014

La Virgen de Guadalupe escogió a un laico, San Juan Diego Cuauhtlatoatzin, como su mensajero y a un consagrado, fray Juan de Zumárraga, como dueño de su mensaje. A San Juan Diego le pidió que recogiera las flores maravillosas sembradas por Dios en el cerro del Tepeyac y a fray Juan de Zumárraga le pidió que aprobara la construcción de la “casita sagrada” que tanto deseaba. Pero también hay un personaje en esta historia, de lo más importante, el tío anciano de San Juan Diego, Juan Bernardino.

Juan Bernardino era el tío paterno de San Juan Diego, y su ancianidad lo hacían acreedor a trascendentales e importantes signos. Ya que en el pueblo indígena el anciano representa la raíz del pueblo, pues es su memoria, su tradición e historia. El anciano es quien hace sólida y bien fundamentada la misión que como pueblo se tiene por parte de Dios. El anciano es también la sabiduría que sólo se adquiere por los largos años de experiencias y aprendizaje de toda su tradición acumulada y por los golpes y éxitos en la vida.

El anciano representa autoridad, pues la riqueza espiritual y humana acumulada le da validez y certeza a sus decisiones las cuales son asumidas por el pueblo.

Juan Bernardino estaba muy enfermo cuando San Juan Diego regresó de sus entrevistas ante el obispo y con la Virgen de Guadalupe, en la noche del domingo 10 de diciembre de 1531, el humilde sobrino en vez de descansar, estuvo tratando de conseguir un médico para su tío; todo el día siguiente, lunes 11, trató por todos los medios de buscar la salud para su tío anciano; se le estaba muriendo no sólo un pariente más, sino que estaba agonizando el símbolo máximo de su cultura, se moría su raíz y con ello, se quedaría sin su sabiduría y sin su autoridad, lo que de alguna manera le daba sentido a su propia existencia. Era un verdadero drama.

Pero es el tío Juan Bernardino quien la madrugada de ese día tan importante contempló sorprendido que la Virgen María estaba en su pobre choza, era esa mujer en cinta, en cuyo vientre portaba a Jesús; una mujer llena de la luz del amor y la ternura que llenó con la salud que sólo viene de su fuente, del Dios verdaderísimo por quien se vive, Ella le trajo al Ungido. También el anciano supo cómo sonaba el timbre de su voz, ya que Ella se acercó juntito a él para manifestarle “y que bien así se le llamara, bien así se le nombrara:LA PERFECTA VIRGEN SANTA MARÍA DE GUADALUPE, su Amada Imagen” (Nican Mopohua, v. 208). Santa María de Guadalupe también eligió al humilde tío indígena de San Juan Diego, Juan Bernardino, y lo dispuso como el testigo de la salud y el comunicador de su nombre completo.

Santa María de Guadalupe al entregar su nombre completo al anciano, se entrega Ella misma al pueblo humilde, es decir, a la persona más importante para el pueblo, pues se estaba entregando al anciano, y en él, a la raíz, a la autoridad, a la historia, a la tradición, a la identidad, a la sabiduría. Jesús, junto con su Madre, está iniciando este nuevo pueblo donde lo importante es la cultura de la verdad desde lo más profundo, la cultura de la vida, la civilización del amor; como dice el Papa Benedicto XVI: “el Pastor que nos sigue por las zarzas y los desiertos de nuestra vida. Llevados en sus hombros llegamos a casa. Ha dado la vida por nosotros. Él mismo es la vida.”1

1BENEDICTO XVI, Jesús de Nazaret, p. 335.