EL ACONTECIMIENTO GUADALUPANO ES UNA VERDADERA EPIFANÍA, MANIFESTACIÓN DEL AMOR DE DIOS

Cango. Dr. Eduardo Chávez Sánchez

Instituto Superior de Estudios Guadalupanos | ISEG
Enero 2014

En el Acontecimiento Guadalupano se da una manifestación maravillosa de Dios, una verdadera Epifanía. Pues por medio de Santa María de Guadalupe se nos da al Sol de justicia, a nuestro Dios y Salvador.

Es claro que el punto central del mensaje de la Virgen de Guadalupe no es Ella, sino su Hijo Jesucristo; Ella quería un templo, una “casita sagrada”, para mostrarlo a Él, para ensalzarlo a Él, para manifestarlo a Él y, finalmente, para entregarlo a Él. De esta manera, con esta “casita sagrada”, es decir, “templo” u “hogar cósmico”, se iniciaba y se forjaba un nuevo pueblo.

Santa María de Guadalupe es la Madre del verdaderísimo Dios por quien se vive, Ella es quien evangeliza de una manera profunda, dándole al ser humano esa plenitud con y en su Hijo Jesucristo; es una evangelización viva; por ello y en ello, se advierte un amanecer que evoca algo nuevo que comienza, una nueva civilización del amor que inicia en el “templo” donde se da el encuentro con lo más sagrado; y es aquí donde nosotros nos vemos como hermanos, creados a imagen y semejanza de Dios, todos con la misma dignidad. Por lo tanto, nosotros participamos de esta Epifanía, y somos responsables de manifestar quién es el verdadero Dios y Señor, dando testimonio de nuestra fe, especialmente, por medio de las buenas obras llenas de misericordia y de paz, de compasión y de solidaridad, de esperanza y de amor.

Dios omnipotente ha venido a nuestro encuentro, se ha manifestado, por medio de la humilde doncella de Nazaret para construir juntos, como hermanos, este hogar sagrado, lugar de su Epifanía. El Papa Emérito Benedicto XVI dice “Una cosa es claró: se manifiesta una nueva universalidad basada en el hecho de que, en mi interior, ya soy hermano de todo aquel que me encuentro y que necesita mi ayuda”1; y más adelante el Papa señalaba que es Dios mismo quien recorre este su sendero, Él, que es el Camino, la Verdad y la Vida: “Dios mismo, que para nosotros es el extranjero y el lejano, se ha puesto en camino para venir a hacerse cargo de la creatura maltratada. Dios, el lejano, en Jesucristo se convierte en prójimo.”2 Y podemos añadir aquí, que es en Santa María de Guadalupe donde todo hombre de corazón y rostro humilde puede comprender y vivir en Ella el abrazo maternal del amor divino en el abrazo del hermano, especialmente el más necesitado, pobre e indefenso.

En cada momento de nuestra vida debemos de ser testigos de este verdadero y eterno amor, manifestación, Epifanía de Dios. Debemos dar testimonio de Él, enfrentando los retos que nos presente la vida sin miedos y sin complejos, al contrario, con alegría y valor, como María nos enseñó.

1BENEDICTO XVI, Jesús de Nazaret, p. 239.
2BENEDICTO XVI, Jesús de Nazaret, p. 242