LA INMACULADA CONCEPCIÓN GUADALUPE

Cango. Dr. Eduardo Chávez Sánchez

Instituto Superior de Estudios Guadalupanos | ISEG
Agosto 2014

En el maravilloso documento llamado Nican Mopohua se habla del milagro de la aparición de Santa María de Guadalupe, con tres importantes dogmas que marcan su persona: “la perfecta Virgen”, “la Madre de Dios”, como Ella misma lo declara de viva voz, y “la Inmaculada Concepción” como claramente se manifiesta en su portentosa Imagen en la humilde tilma de San Juan Diego. De hecho, los españoles la llamaban: la “Purísima Virgen Nuestra Señora de Guadalupe”1, la “Inmaculada Señora del Cielo, Santa María de Guadalupe”2 , “Nuestra Purísima Reina, Santa María de Guadalupe del Tepeyácac”.3

La Virgen de Guadalupe se apareció el sábado 9 de diciembre, precisamente cuando se celebra la Octava de la Inmaculada Concepción. Y Ella se presentó precisamente con los atributos de la Inmaculada, bajo el modelo iconográfico que muestra el libro del Apocalipsis, capítulo 12, 1-5: “Luego apareció en el cielo una gran señal: era una mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies […] y está a punto de dar a luz…” Asimismo, era el tiempo litúrgico del Adviento, la espera a la llegada del Señor, el Salvador.

Por otro lado, eran varias las connotaciones que desde el ángulo indígena también se manifestaban, ya que si para la visión europea el tiempo tenía importancia, para los indígenas era de fundamental relevancia, pues interpretaban el tiempo y la disposición de los astros como la misma voz de la divinidad o un específico programa divino o determinación trascendente. Así que es de sorprender cómo en estas fechas en las que se verifica el encuentro entre Dios y los hombres por medio de Santa María de Guadalupe, fue justo cuando los indígenas celebraban una de las fiestas más importantes, la fiesta de Panquetzaliztli, algo así como “Pascua” indígena, como la definía fray Toribio de Benavente, Motolinia; esto es de máxima importancia en el Acontecimiento Guadalupano y es el corazón mismo de la inculturación del Evangelio, desde el Tepeyac para el mundo entero.

La portentosa Imagen de Santa María de Guadalupe es el gozo y la alegría del Evangelio, como diría el Papa Francisco; gracias al “SÍ” de María se van cumpliendo las Escrituras que anunciaban la llegada de nuestro Salvador en medio de nosotros porque ha tomado la iniciativa de amarnos.

Santa María de Guadalupe, la Madre de Dios, es la primera Discípula y Misionera del Amor, y también es el Arca viviente de la Alianza, es el Trono de la Sabiduría, es la Portadora del Dios por quien se vive, es el Sagrario Inmaculado de Jesucristo, es la Estrella de la Evangelización, es la Mujer mestiza de la armonía, de la unidad y de la paz, es la Madre del Amor, es la Madre de la Iglesia y es Madre nuestra, es la más querida, nuestra Morenita, es la Inmaculada Concepción forjadora de la Cultura de la Vida y de la Civilización del Amor.



1SANTIAGO SURRICALDAY, «Testimonio», en Informaciones Jurídicas de 1666, f. 190r.
2LUIS LASSO DE LA VEGA, «Huei Tlamahuizoltica» o «El Gran Acontecimiento», 1649, en Ernesto de la Torre y Ramiro Navarro de Anda, Testimonios Históricos Guadalupanos, Ed. FCE, México 1982, p. 299.
3LUIS LASSO DE LA VEGA, «Huei Tlamahuizoltica» o «El Gran Acontecimiento», 1649.