“NO TENGAS MIEDO”
Cango. Dr. Eduardo Chávez Sánchez
Instituto Superior de Estudios Guadalupanos | ISEG
Abril 2014
Una de las frases que han dejado huella en el corazón del ser humano es la que lanzó al mundo entero san Juan Pablo II: “no tengas miedo, abre las puertas a Cristo” Esta expresión es, posiblemente, uno de los gritos más llenos de esperanza, en donde la fe fortalecida nos lanza a amar en plenitud.
“No tengas miedo” de encontrarte con el Dueño del cielo y de la tierra, con el Dios Omnipotente, con el Creador, con el Amor. Cuando Jesús se encuentra en un diálogo profundo con su Padre, unidos por el mismo Espíritu, es uno de los momentos que nos recuerdan que para el cristiano rezar, orar, dialogar con el Padre, no es un recurso de emergencia, o porque “no hay más que hacer”, ni tampoco “es el último recurso”; sino que es una forma de vida constante, firme, segura; por ello, orar ha de llegar a ser una actitud permanente por la cual escuchemos al Espíritu Santo en nuestra alma. Es estar permanentemente en la mirada del amor del Padre.
En el camino de la vida, el ser humano se topará seguramente con múltiples retos, como los mismos discípulos de Jesús lo experimentaron cuando iban en la barca y en medio del lago, al entrar la noche en plena oscuridad, el viento enfurecido daba en contra de su barca. Una barca que simboliza al ser humano en los embates de la vida, pero esta barca también puede simbolizar la familia, o la comunidad, o la nación o puede simbolizar a la misma Iglesia, nuestra Iglesia católica. (cfr. Marcos, 6, 45-52).
No debemos olvidar que Jesús quiere venir con nosotros, por ello es indispensable verlo fijamente a Él, estar con Él, ser de Él, para que nuestro corazón pueda encontrar la verdadera paz y no tener miedo. Pues, el miedo puede destruir nuestra vida, lo más precioso que tenemos, y así puede destruir la de los demás. El miedo acobarda, el miedo aturde, el miedo bloquea, el miedo ciega; por el miedo, la mente puede elucubrar ficciones, cosas falsas, fantasmas; en ocasiones también el miedo desata la violencia; el miedo acobarda. El miedo hace cometer las más graves injusticias.
La barca de la Iglesia de Jesucristo, que es nuestro hogar, nuestra “casita sagrada” en muchas ocasiones tiene que soportar estos embates, pero es sólo con Jesús, que se puede salir adelante sobre toda violencia. Jesús es el verdaderísimo Dios por quien se vive; Él es el Dueño del cielo y de la tierra, lo puede todo, absolutamente todo, pero Él ha querido detenerse ante la libre voluntad de cada uno de nosotros, es decir, él siempre defenderá nuestra libertad, pues no quiere obligar a nadie a amar. Pues nadie puede amar a la fuerza. El amor sólo es posible si sale desde dentro de nuestro corazón con toda libertad…
En la “casita sagrada” del Tepeyac, Santa María de Guadalupe nos entrega a su Amor-Persona, nos entrega a su Hijo Jesucristo. Entrega total y sin miedos, sin angustias… Entrega libre y desde la verdadera y profunda oración Trinitaria. En otras palabras, es la entrega del propio ser en las manos de Aquel que tanto ama. “No tengas miedo, ¿Acaso no estoy yo aquí que tengo el honor y la dicha de ser tu madre? ¿Acaso no soy yo tu protección y resguardo? ¿Acaso no soy yo la fuente de tu alegría? ¿Acaso no estás en el hueco de mi manto en el cruce de mis brazos? ¿De qué otra cosa tienes necesidad”. Es el “¡Ánimo! Soy yo; no teman”. Cuántos elementos se han conjuntado para enseñarnos que: Los embates y la violencia seguramente surgirán en contra de la persona, de la familia, del pueblo, en contra de nuestra Iglesia católica; pero no hay más miedo, Santa María de Guadalupe nos lleva a Jesús, lo pone en el centro de nuestro corazón, enseñándonos a ser libres, enseñándonos a ser solidarios con los hermanos y saber amar.