SAN JOSÉ TODO UN PADRE
Cango. Dr. Eduardo Chávez Sánchez
Instituto Superior de Estudios Guadalupanos | ISEG
Marzo 2014
Dios encomendó a San José una de las misiones más importantes dentro de la historia de la salvación: la responsabilidad y, al mismo tiempo, el privilegio de ser esposo de la Santísima Virgen María y custodio de la Sagrada Familia. San José también entregó su “sí” a Dios Padre para esta gran obra, estar cerca de la Santísima Virgen María, así como de Jesús, Hijo de Dios Padre, y ahora él consagrado padre legal.
San José, un humilde carpintero, no era padre natural de Jesús, sino que aceptó adoptarlo y, por su lado, Jesús se sometió a su autoridad como un buen Hijo. San José es conocido también como el “Santo del Silencio”, conocemos sus actos que manifiestan una gran fe, realizando todo lo necesario para proteger a su familia como cabeza de la casa, responsable y lleno de amor para con ella. Desde su elección por parte de Dios, él manifestó siempre señales claras de esta misión, y puso todo su esfuerzo para poder lograr la realización de todo lo encomendado por el eterno Dios.
Uno de los momentos más difíciles para este hombre justo y fiel, fue cuando supo que María estaba embarazada. En este momento, él no sabía nada sobre la Encarnación del Verbo, no tenía la más mínima idea de que este Hijo esperado en el inmaculado vientre de María era el Salvador del mundo.
José amaba a María con todo su ser y con todo su corazón y, precisamente, él que era un hombre justo, cuando supo que Ella estaba “encinta”, no quería herir a María, manifestó un amor enorme por la doncella de Nazaret y para no exponerla al repudio público y a la posible condena bajo lapidación, decidió retirarse, y fue en ese momento cuando el ángel del Señor se le apareció en sueños, como es descrito en Mateo 1, 19-20, 24: “el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer.” San José se une a María de corazón a corazón, y los dos viven castamente consagrados a Jesús y en Jesús, la virginidad como donación y consagración totalmente a Dios, en un amor sublime.
En Belén, San José vivió momentos muy difíciles, pues trató encontrarles el lugar más confortable para que María diera a luz al Salvador; José, un humilde hombre, procuró lo mejor para su familia (Cfr. Lc. 2, 7), fue testigo de la adoración tanto de los más humilde pastores como de los más encumbrados reyes de Oriente. Como padre fue quien presentó, junto con María y cumpliendo la Ley, a Jesús en el Templo. Asimismo, fue él quien procuró salvar la vida de su Hijo y de su madre al salir de prisa a Egipto. Después de una angustiosa búsqueda de su niño, fue testigo de la sabiduría de Jesús que había maravillado a los más grandes doctores del Templo, Jesús les había dicho que se encargaba de las cosas de su Padre; San José junto con la Santísima Virgen escuchó todo y él es testigo de cómo Jesús continuó bajo su manto. San José un hombre santo, modelo de santidad para todos, un hombre santo consagrado totalmente a Dios.